Cuenta la tradición popular, a modo de leyenda que Ruperto Jacinto Chávarri descubrió las aguas durante una cacería. Al detenerse para calmar la sed en un manantial del Cerro de Cabeza Gorda, notó el especial sabor salado y llenó su cantimplora para analizar el líquido.
La Fuente de la Salina era un manantial que formaba charca al expulsar las aguas minerales al exterior. A ella acudían vecinos de Carabaña y de los alrededores para consumirla, extrayendo el agua de dos pozos artificiales ya explotados desde Época Romana.
Numerosos análisis de las aguas, que datan de 1782, demuestran las propiedades salinas, sulfuradas y sulfatado-sódicas inigualables que llevaron primero a su reconocimiento y posteriormente a su comercialización a nivel mundial. Sus principales cualidades son: Naturales por su mineralización única y exclusiva, purgantes por sus sulfato de sosa, depurativas por su cloruro de calcio y antisépticas por su sulfuro de sodio.
Por vía tópica en la piel se comporta como drenadora, antiseborreica y mejoradora de la circulación periférica. Especialmente indicada en tratamientos de balneación aptos para reumatismos crónicos, convalecencias de procesos médicos o quirúrgicos, rinitis, procesos alérgicos, bronquitis, distonías vegetativas, stress psíquico, enfermedades psicosomáticas, luxaciones, esguinces, contusiones, etc.
Estimula directamente la mucosa del tracto digestivo al tiempo que favorece el funcionamiento del hígado, páncreas, la liberación de la vesícula biliar y aumenta el peristaltismo intestinal. Atendiendo a la dosis por vía oral es facilitadora de la función digestiva, como laxante o purgante.
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